Olimpiadas y Juegos Olímpicos son dos conceptos distintos, ¿lo sabías? Aunque la RAE los da como sinónimos en las dos primeras acepciones y lo diferencia en la tercera, los historiadores del deporte saben que el término Olimpiada hace referencia al periodo de cuatro años comprendido entre dos celebraciones consecutivas de Juegos Olímpicos.
Y es que para muchos deportistas la olimpiada es el tiempo de entrenamiento, preparación y trabajo sin condiciones para estar listos de cara a la competición olímpica que en ocasiones apenas dura un minuto. Cuatro años para que un día, a una hora y en apenas segundos sean capaces de demostrar todo su talento.
El mundo organizacional siempre ha mirado al deporte de rendimiento para encontrar respuestas que puedan ser de utilidad para trasladar al ámbito laboral.
Estos Juegos Olímpicos nos han regalado muchas lecciones que no deberíamos dejar pasar por alto si queremos ser un poco mejores y honrar su lema “Citius, altius, fortius”, más rápido, más alto, más fuerte, al que este año el presidente del COI ha añadido “juntos” en referencia a la equidad y diversidad del mundo.
Lección 1: Nadie llega por casualidad
Ningún deportista olímpico llega fruto de la suerte o la casualidad a participar en una gran cita como esta. El azar siempre existirá, pero alcanzar la mínima olímpica, una plaza para unos juegos es el resultado de un entrenamiento sistemático, bien planificado, nunca exento de dificultades e incomodidades. El protagonismo del entrenamiento frente a la competición siempre será una gran diferencia con respecto al mundo organizacional donde equivocadamente se relega el primero para dar más notoriedad al segundo. Como bien dice Pep Marí, “entrenar es cambiar y competir es repetir”. El entrenamiento sirve para probar, evolucionar, corregir, reorientar. La competición es el momento para demostrar todo lo que has automatizado, interiorizado y aprendido.
Y para poder alcanzar estos resultados es necesario respetar y cumplir disciplinadamente una serie de principios sobre los que se apoya el entrenamiento sistemático:
- Diseñar un proyecto que nazca desde una visión estimulante y que se aterrice en la realidad más tangible. Nada es más necesario que elaborar un proyecto que te marque el camino. Un proyecto claro y adaptable, sólido y moldeable, estimulante y realista, consistente y sostenible.
- Poner foco. El entrenamiento sistemático se apoya en la idea de mantener el foco en lo importante. Viviendo en un mundo de permanentes estímulos es lógico pensar que perder el foco es más habitual de lo que nos gustaría. Según Albert Einstein, “La genialidad es la capacidad de enfocarse en una sólo cosa durante un largo tiempo sin perder la concentración”.
- Entrenar con entusiasmo. El compañero inseparable del entrenamiento sistemático es el entusiasmo. Los resultados extraordinarios son la suma de disciplina y entusiasmo inquebrantables.
- Medir tus acciones y tus avances. Si quieres que las cosas sucedan deben ser consecuente con la medición de lo que emprendes. Si no se mide, no sabrás si el esfuerzo que hiciste mereció la pena.
Lección 2: No todo vale para alcanzar los resultados.
Los deportistas de élite pagan todo el precio necesario para alcanzar sus objetivos, pero todo tiene un límite. Hemos sido testigos de cómo algunos deportistas han dicho “ya basta”. Basta de permitir malos tratos y aceptar que es la moneda de cambio para alcanzar una presa olímpica. Quién trata mal, maltrata. Es un camino fácil y rápido que eligen aquellos ansiosos de poder y gloria que nunca han tenido en cuenta el lado humano de sus deportistas o sus trabajadores. El analfabetismo emocional sigue imperando en muchos equipos y organizaciones. Las personas por lo general tenemos más ganas de cooperar cuando somos tratadas bien, con respeto y dignidad. ¿Qué tiene que ver eso con no ser exigente? Nada. De hecho, ahí reside la magia. Liderar consiste en ser exigente con el profesional y profundamente respetuoso con la persona que dedica su vida a entrenar o trabajar.
Y exigencia si, presión no. Meter presión a alguien no le ayuda a enfocar su trabajo y mejorar su performance.
Lección 3: Apostar sin tapujos por el Wellbeing organizacional.
Simon Biles, la gimnasta más laureada de todos los tiempos dijo basta. Se retiró de la mayoría de las finales de estos juegos anteponiendo su salud a la gloria olímpica.
El estudio realizado por la aseguradora Cigna, Covid-19 Global Impact, el porcentaje de empleados españoles que afirman vivir inmersos en una cultura always on en su trabajo asciende al 74 %, un 10 % más si lo comparamos con los resultados obtenidos a comienzos de año y un 7 % por encima de los datos de abril. Un 45% de los trabajadores en España sufre estrés laboral. No son datos para pasar por alto.
Por otro lado, según un informe de Accenture un 60% de las personas están dedicando más tiempo al cuidado personal y su bienestar mental.
Apostar por una cultura basada en el bienestar de los empleados requiere un cambio profundo en el mindset de directivos y trabajadores. Transitar desde el bienestar al bienser implica atender a las señales que refuerzan esta idea, como la existencia de una demanda creciente de productos servicios para el bienestar y la creación de nuevos canales para atender la salud emocional y colectiva de la población.
Esto supone una gran oportunidad para que las organizaciones centren su propuesta de valor en cuidar del bienestar físico, psicológico y emocional de sus trabajadores. ¿De qué manera? La consultora Innuba nos da varias pistas:
- Impulsando nuevos modelos de trabajo centrados en el bienestar del empleado.
- Diseñando productos, servicios o espacios que permitan a las personas atender su bienestar en estas tres dimensiones.
- Generando nuevas soluciones de monitorización de la salud para velar por el bienestar colectivo de forma no intrusiva.
- Generando alianzas con iniciativas que atiendan esta tensión social creciente.
Los Juegos Olímpicos transcienden al mero hecho de la competición deportiva, convirtiéndose en una ventana desde donde vislumbrar un futuro que nos pide a gritos romper viejos paradigmas y seguir apostando por básicos que no cambiarán nunca. El esfuerzo sostenido en el tiempo no se negocia, pero si no va acompañado de las adecuadas herramientas emocionales entraremos en territorios profundamente hostiles.