Desinformar es crear una realidad paralela o distorsionada para causar daño y desestabilización. Los autores intelectuales de cualquier proceso de desinformación saben cuál es el objetivo: romper lo que existe para ocupar el espacio destruido aprovechando el desconcierto general. La anatomía de la desinformación es binaria: aprovechan algo que sucede en la vida real, normalmente un hecho aislado, y lo amplifican con una fuerte carga emocional. Lo usan como excusa para desplegar narrativas que buscan romper un statu quo. Esas narrativas se sostienen en subtramas falaces con alto impacto emocional. Logran generar ruido, agitan banderas con causas sociales o de fuerte carga ideológica y normalmente atacan al sujeto objetivo acusándole de lo mismo que representa el instigador de la desinformación.
Desinformar bien es posible siguiendo una serie de protocolos de actuación que responden a una secuencia-patrón muy concreta: se crea un marco ficticio a partir de un acontecimiento real, emerge una narrativa que busca desestabilizar el sistema, la narrativa se despliega en diferentes subtramas, estas subtramas son publicadas y difundidas por actores activos en redes sociales, esta difusión se automatiza con legiones de trolls y bots, su difusión se refuerza desde plataformas de contenidos afines o creadas exprofeso para ello, se le atribuye al contrario lo mismo que encarna el que desinforma, se aprovechan los sesgos sociales e ideológicos y las pulsiones emocionales que activan la ira o el miedo y se sistematiza mediante la repetición de consignas. Cuando esto sucede, salta a la agenda mediática, se convierte en una preocupación social y en un punto caliente de la agenda política. Cuando se alcanza tal punto de ebullición, la desinformación ha logrado sus objetivos: embarrar el terreno, diseminar inquietud, generar polarización y ampliar el efecto de lo que Elisabeth Noelle-Neumann llamó la espiral de silencio. En ese momento, el ruido sistematizado, organizado e interesado se percibe como ganador, abocando a grandes masas de personas al silencio y a la inactividad por miedo a quedarse aislados e, incluso, a abrazar las tesis desestabilizadoras.
Desinformar es la nueva guerra. La desinformación no genera vencedores claros, pero sí derrotados a priori. Estos derrotados son la razón, la mesura, el diálogo y el sentido común, probablemente activos básicos que garantizan la salud democrática. Cuando la desinformación fija el marco, la contra desinformación lo lleva crudo. Cualquier esfuerzo por combatirla queda en lo que Richard Stengel resumió como «escupir bolas de papel en una tormenta». La desinformación funciona como una moneda con dos cruces: si le plantas cara te sepultan los bots, los trolls y los activistas digitales y si te callas, te ganan por ruido. La única escapatoria es el esfuerzo personal por entender las cosas. Informarse bien requiere un gran esfuerzo y muy pocas personas están dispuestas a hacerlo. Entre otras cosas, por no estresar sus propias convicciones.
Cuando millones de personas han creído que esta escalada de precios del mercado mayorista de la luz es algo que sucede solamente en España y que es culpa de las eléctricas, los embarradores del terreno han logrado su objetivo
En el caso eléctrico, el fenómeno se empieza a fraguar de manera organizada en 2013 y explota aprovechando el momento de subida de precios mayoristas de la luz. Lo que sucede desde entonces, y especialmente durante 2021, tiene todas las hechuras de un proceso de desinformación que ha logrado su objetivo: generar inquietud social, señalar culpables ajenos a lo que está sucediendo y meter presión política. Hoy, todo el mundo habla del precio de la luz. Esto sucede, paradójicamente, en un país en el que, antes del inicio de esta crisis, más de un 40 por ciento de la población no sabía qué tarifa tenía contratada, no sabía con qué comercializadora estaba y, por supuesto, desconocía cómo se fijaban los precios de la energía y no entendía por qué un entorno de precios altos en los mercados mayoristas es letal para los resultados financieros de una empresa eléctrica. Cuando esto sucede, podemos afirmar que los instigadores de la desinformación han ganado la batalla ¿Por qué? Porque en el momento en el que millones de personas han llegado a creer de verdad que esta escalada de precios del mercado mayorista de la luz es algo que sucede solamente en España y que es culpa de las compañías eléctricas, que además se están lucrando enormemente gracias a esos altos precios, los embarradores del terreno han logrado su objetivo.
Veamos el patrón: 1) se crea un marco ficticio a partir de un acontecimiento real y se despliegan subtramas. Lo único cierto en todo lo que está pasando es que el precio mayorista de la luz sube (hecho verídico). A partir de ahí, los instigadores de la desinformación despliegan las subtramas: oligopolio eléctrico, precios altos, puertas giratorias, pobreza energética, beneficios excesivos, etc. Todas estas subtramas fertilizan bien el imaginario colectivo aprovechando el enorme desconocimiento existente sobre un sector hiper regulado y los instigadores de la desinformación activan el marco cognitivo del miedo, la inseguridad y la ira.
Hoy es muy sencillo hacer una afirmación y difundirla a través de cualquier canal, sin filtros, y que esta tesis errónea y sin contrastar se comparta masivamente, bien porque refuerza las posiciones ideológicas de un individuo o bien porque se automatiza la difusión a través de bots amplificando el problema ¿Es posible que alguien pueda sostener que un mercado híper regulado en el que existen 300 empresas generadoras de energía y más de 400 comercializadoras, o en el que el negocio de distribución eléctrica tiene topaje legal a sus beneficios, sea un oligopolio? ¿Es posible que se haya atribuido a las compañías eléctricas la responsabilidad de la subida de los precios mayoristas de la luz cuando es público, notorio, conocido y contrastable que el precio se fija en un pool con una metodología marginalista que es igual para todos los países de la Unión Europea? ¿Cómo es posible que la verdadera razón de la subida haya sido el precio del gas y, en menor medida, del CO2 y que nadie lo haya explicado correctamente hasta que empresas como Endesa y otras compañías han salido a decirlo? Estos son síntomas de una debilidad extrema de los mecanismos que deberían asegurar la calidad informativa. Los instigadores de la desinformación han sido hábiles al haber identificado semejante porosidad para aprovechar los sesgos cognitivos más básicos.
Romper el actual statu quo energético es una de las narrativas de desestabilización preferidas para generar polarización, como lo es también el modelo de Estado o el cuestionamiento de la historia de España
2) Estas consignas son publicadas y difundidas por actores activos en redes sociales, esta difusión se automatiza con legiones de trolls y bots, se refuerzan desde plataformas de contenidos afines o creadas exprofeso para ello. El análisis detenido y preciso de los perfiles y dominios que han intervenido en la génesis de este fenómeno de desinformación durante los primeros compases de la subida de precios mayoristas de la luz a partir del mes de mayo arroja datos muy clarificadores: ha habido 14.562 usuarios en redes sociales con actividad anómala y automatizada que han supuesto el 43,2% del ruido total. De esta cantidad, el 51,3 por ciento ha venido de comunidades de partidos y perfiles agitprop afines a la derecha (ponga usted el nombre y el color) que se han centrado en atacar al gobierno. Un 41,5 por ciento ha venido de comunidades de partidos y perfiles activistas vinculados a la izquierda ideológica (ídem). Es decir, un 4,2 por ciento ha inundado casi la mitad del sistema con consignas polarizantes. Pero lo más interesante para entender mejor, creo yo, el fenómeno de la automatización de la desinformación es que, por ejemplo, el 36,2 por ciento del ruido en Twitter provocado por la segunda comunidad en el período analizado proviene de perfiles con comportamiento anómalo. Cito solamente algunos ejemplos de los muchos que hay: hay perfiles que sobre en el asunto de marras han llegado a emitir en algunos momentos 14 tuits por segundo durante el período de estudio; 59 usuarios publicaron más de 10 veces al menos dos posts en un mismo segundo. Todos estos perfiles con comportamiento anómalo activan su sistema de aspersión a partir de determinadas taxonomías de contenidos. Bien amplifican contenidos contrarios a las compañías eléctricas (verídicos o no) o bien atacan a las pocas voces que osan contradecir esas tesis. Estos 1636 perfiles que generaron el 36,2 por ciento del ruido durante el período analizado, pertenecen al bloque crítico contra las eléctricas. Lo que ha sucedido estos meses ha sido una tormenta polarizante en la que una enorme masa de ruido generado en redes y en dominios vinculados a medios de comunicación ha atacado a las empresas eléctricas.
Al analizar la tipología de mensajes, asistimos a descubrimientos prácticamente simétricos con otros procesos de desinformación conocidos por todos a nivel geopolítico. Por un lado, la retórica de las narrativas es idéntica: encapsular elementos difamatorios, no contrastados o acontecimientos de pasado remoto para generar ira e indignación. Por otro, aplican la técnica del triple eje: distracción, división y proyección. Una técnica nada novedosa y que tiene sus orígenes en las técnicas dezinformatsiya del estalinismo y que, a diferencia del uso quirúrgico de antaño, ahora se aplican masivamente y se automatizan. Pero no nos engañemos, lo automatizable no es posible si no se urde un plan previamente, y un plan urdido siempre tiene una autoría intelectual. En definitiva, en el tema de la desinformación eléctrica ha habido y hay un bloque claramente alineado en el ataque contra las compañías y otro contra el gobierno. Un lío importante al que es difícil enfrentarse sin sentirte como esa bola de papel en medio de la tormenta a la que aludía Stengel. Los desinformadores saben de nuestra debilidad ¿quién no está dispuesto a abrazar aquello que refuerza nuestra forma de ver las cosas, aunque no sea cierto? Es necesaria mucha fortaleza para no claudicar.
Sin duda, romper el actual statu quo energético es una de las narrativas de desestabilización preferidas para generar polarización, como lo es también el modelo de Estado, el cuestionamiento de la historia de España o diferentes temas de índole social. El tiempo, la bajada del precio mayorista y las explicaciones oportunas por parte de los afectados por la ola de desinformación, así como un titánico esfuerzo personal de cada individuo, son los únicos antídotos que tenemos los ciudadanos para esquivar el efecto pernicioso de la desinformación.
El problema de la desinformación ha existido siempre, pero ahora ha adoptado una inusitada intensidad dada la proliferación de múltiples identidades digitales y reforzado por la enorme fragmentación de canales. Estos meses ha sido la luz, pero mañana seremos arrollados por otra ola que buscará hacernos tambalear. No nos engañemos, nadie está libre de ser víctima de una ola de desinformación. Pongamos todas las alarmas y hagamos todos los esfuerzos posibles por comprender, debatir y buscar soluciones. Mientras tanto ¿qué será lo próximo?
Este artículo ha sido publicado previamente en The Objective